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Por la senda de los héroes de nuestra Patria

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Por Dimas Romero
Dirigente del Movimiento Antorchista en Quintana Roo

Con motivo de las festividades alusivas a la lucha de Independencia de México, tuve la oportunidad de desfilar con varios contingentes escolares por las calles de las colonias antorchistas de Chetumal.

Ahí, contemplando a los niños y jóvenes cuya energía reanima a quienes perdemos la carrera contra la vida, recordé las vicisitudes por las que pasaron los habitantes de estas colonias, su anhelo por hacer realidad el derecho a un pedacito de patria, sus primeros trabajos al ocupar los predios, la lucha por la pavimentación de sus accesos, hoy coronada, el inicio de la introducción de la energía eléctrica y su empeño para consolidar las escuelas donde se educan sus hijos. Cavilando estos sucesos me descubrí sonriendo, con una de esas sonrisas que son la encarnación de la plena felicidad.

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No pude menos que agradecer al autor de la osadía, agradecerle porque hoy que miríadas de hombres, hijos de esta nación forjada por héroes como Hidalgo y Morelos, se hallan sumidos en la desesperanza y el desconsuelo a merced de falsos redentores, nosotros construimos desde las entrañas del pueblo, esa anhelada patria por la que ellos murieron.

Reparé entonces en algunos comentarios respecto a que los mexicanos no tenemos nada qué celebrar en estas fechas. Personalmente difiero de ese pesimismo, porque diluye la importancia de esta celebración y los fines que se persiguen con ella; se pierde de vista que este mes se recuerda a hombres y mujeres que supieron ponerse a la altura de las exigencias de su tiempo y cuyo sacrificio permitió sentar las bases sobre las que se ha construido este país, así como fundar los derechos y libertades asentados en nuestras leyes, mismos que cobijan a todos los mexicanos, aunque hoy por hoy esos derechos y esas libertades sólo existan en papel y no sean garantizados por quienes dirigen el timón de este barco llamado México.

Y no podía ser de otra forma. La historia de las revoluciones sociales ha demostrado que casi sin excepción las clases en ascenso, una vez colocadas en el poder y después de haber tenido un carácter progresista que pugnara por cambios drásticos en la sociedad decadente, entran en una etapa conservadora en la que buscan mantenerse y preservar sus intereses, deshaciéndose de los grupos aliados y convirtiéndose en una traba para el desarrollo común, hasta que aparece una nueva clase que conducirá a la sociedad por el camino del progreso.

Nuestro país se encuentra precisamente en esta etapa. La clase que se colocó en el poder después de la revolución de 1910, dejó atrás hace mucho tiempo su etapa progresista y se ha convertido, con el paso de los años, en una clase conservadora, que sostiene sus privilegios a costa del continuo y drástico empobrecimiento de la clase trabajadora, y hace uso efectivo de los personajes de nuestra historia y sus actos heroicos, despojándolos de su verdadero contenido revolucionario, de tal forma que su recuerdo no pueda causarle ningún daño o peligro a su estabilidad.

Sin embargo, el despojo de su real importancia no significa que el pueblo no tenga razones para celebrar.  Hoy más que nunca hay que recordar a nuestros héroes, y no sólo a los que encabezaron la Independencia, sino a todos aquellos que en su momento histórico ofrendaron al futuro lo más preciado que entrega un hombre, la vida misma. Hidalgo, Morelos, Villa y Zapata forjaron con su sacrificio una mejor sociedad. Su valor para enfrentar la explotación y la injusticia debe servir para infundir ánimo, coraje y valentía a las nuevas generaciones, para que éstas puedan hacer valer los ideales por los que ellos derramaron su sangre generosa. Esa es suficiente razón para celebrar.

Por ello la sonrisa, porque ya llega el día en que nuestros héroes patrios alcancen su verdadera significación, ya están surgiendo los hombres que honrarán su ejemplo, porque luego de 42 años, una nueva antorcha, como aquella con que se alumbraron la noche del 15 de septiembre de 1810 los que fueron descubiertos en conspiración, está iluminando cada rincón de nuestro país, cada pueblo marginado, cada colonia pobre, empuñada por un ejército de hombres buenos, de hombres trabajadores, y sobre todo valientes, encabezados por el Ing. Aquiles Córdova Morán, quien con mano sabia indica el rumbo que debe caminar el pueblo pobre hacia una porvenir más justo y solidario, un hombre que ha sabido conducir a los más desprotegidos por la senda de nuestros héroes.

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