Por Sofía Cruz Lugo
Integrante del Comité Estatal de Antorcha de Quintana Roo
El gobernador Carlos Joaquín González, abanderado por la alianza PAN-PRD, asumió como gobernador de Quintana Roo en septiembre de 2016; está en la recta final de su mandato. Los casi seis años, trascurridos al frente del poder ejecutivo estatal, es tiempo suficiente para evaluar su desempeño. Para no abrumar a mis posibles lectores, no abordaré todas las áreas de su administración; pondré la lupa en el impacto que su gobierno ha tenido en la población femenina del estado. Lo cual no es un aspecto menor si tomamos en cuenta que el voto femenino en las elecciones ronda por el 50 por ciento, según los datos del Instituto Electoral de Quintana Roo.
Desde el comienzo de su gobierno, Carlos Joaquín se comprometió con las mujeres a crear las condiciones para favorecer la igualdad de oportunidades y erradicar todo tipo de discriminación y violencia, promesa que es de aplaudirse, pero que, a casi seis años de distancia, ha quedado en reducida a palabras huecas, a una gran deuda con las mujeres quintanarroenses, quienes se han visto reducidas la igualdad de oportunidades, al mismo tiempo que sufren el incremento de la pobreza, la discriminación y la violencia. Así lo confirman datos difundidos por organismos oficiales y de la sociedad civil, dados a conocer a la opinión pública. Veamos.
De las 921,206 mujeres quintanarroenses, cuya mediana de edad es de 28 años, en 2018 una tercera parte viven en situación de pobreza, y, si bien es cierto, hubo una ligera mejoría de este indicador con respecto a 2016, persiste en lo fundamental la disparidad en la carga de trabajo no remunerado que realizan las mujeres y sobre todo la falta de acciones efectivas que faciliten la incorporación de las mujeres al mercado laboral, (según datos del informe Hombres y Mujeres en México 2020 publicado por el Inegi); responsabilidad directa de los distintos niveles de gobierno, entre ellos el ejecutivo estatal.
Para 2021, después de un año de pandemia del Covid-19, el Inegi reportó que siete de cada 10 personas que perdió su trabajo eran mujeres, remarcando que en el caso de Quintana Roo, la situación se agravó debido a que la industria turística decayó un 46 por ciento; muchas mujeres perdieron su empleo por el cierre de sus fuentes de trabajo o porque tuvieron que quedarse en casa para atender sus hijos, y la respuesta del gobierno estatal no fue exigir a los empleadores el apoyo económico para todas las mujeres que perdieron su empleo o que se quedaron sin ingresos porque su esposo quedo desempleado, sólo se limitó a unas cuantas despensas, las cuales no cubrían todas las necesidades básicas de una familia, pero salían más baratas para las finanzas estatales.
Estamos por el tercer año de la pandemia, hemos sufrido cuatro olas del Covid-19, unas cepas más mortales otras más contagiosas, todas han venido a contribuir a una mayor crisis económica, mayor inflación, lo cual se traduce en aumento de los precios de la canasta básica y de los servicios; a muchas mujeres amas de casa, mucha de ellas, cabezas de familia, cada vez les resulta más difícil tener los ingresos mínimos para asegurar las necesidades de sus hijos, empezando por la alimentación. Y las acciones del gobernador se han reducido a aparecer en los medios de comunicación y redes sociales para anunciar el color del semáforo epidemiológico y para insistir en el uso del cubrebocas y seguir machacando la frasecita “Quédate en casa”.
Para la población femenina del estado que sufre pobreza “Quedarse en casa” no es una opción, porque saben que, si se quedan en casa cruzadas de brazos, sus hijos no tendrán que comer o no podrán enviarlos a la escuela, ahora que las clases son presenciales, están obligadas por la necesidad a realizar alguna actividad, para generar ingresos, o a trabajar más horas, aunque eso represente dejar a sus hijos solos mucho más tiempo.
De acuerdo con datos del Semáforo Económico de la Plataforma México ¿Cómo vamos?, las mujeres de Quintana Roo son las que más trabajan en la informalidad en comparación con los hombres, así lo revela el dato de que el 47 por ciento no cuenta con prestaciones de ley, como seguro social, aguinaldo, vacaciones, pago de utilidades, etc., este dato confirma que las mujeres están buscando la forma de subsistir, aunque no tengan las prestaciones que les corresponden. Mientras miles de mujeres buscan colocar todo tipo de productos en el comercio informal, en la calle a pie de banqueta, a través de la redes sociales, o de plano cayendo en las redes del narcomenudeo y la prostitución, arriesgando su vida; Carlos Joaquín González, a unos meses de finalizar su sexenio, está más preocupado por consolidar alianzas políticas con el partido guinda, para asegurar total protección a su pésima administración, la cual queda en deuda, por mucho, con las mujeres que le dieron su voto y lo llevaron al poder ejecutivo estatal.
Es pertinente hacer un llamado a los electores del pueblo quintanarroense, tanto mujeres como hombres, para que tomen conciencia de una verdad irrefutable: su fuerza produce la riqueza en todos los rincones del estado y del país, su fuerza laboral formal o informal, engorda los bolsillos de ricos empresarios, quienes cambian de partido político, como cambian de calcetines, siempre asegurándose de no perder el poder y seguir apropiándose de más y más riqueza. Para que esta situación injusta se termine, el pueblo debe educarse, organizarse y actuar como un solo hombre, para llevar a las lides electorales a sus verdaderos representantes y vencer a sus enemigos de clase, para darse un gobierno auténticamente del pueblo, porque de lo contrario seguirá habiendo “Carlos Joaquines”, siempre en deuda con el pueblo trabajador.