Por Manuel Tabla Díaz
Responsable del Frente Obrero en Quintana Roo.
“A Zapata”
Zapata fue un héroe de gran corazón,
a los campesinos les dio protección.
Al hombre del campo le dio la parcela,
y a los niños pobres les brindó la escuela.
Él fue muy valiente en la rebelión,
pues formó el ejido por nuestra nación.
Murió asesinado por el mes de abril,
dejando el recuerdo de un hombre viril.
Anónimo.
El pasado día 10 de abril, rememoramos el artero y cobarde asesinato del general Emiliano Zapata Salazar, conocido como “El Caudillo del Sur” o “El Atila del Sur”. Emiliano Zapata vio la luz el día 8 de agosto de 1879 en el apacible pueblo de Anenecuilco, en el estado de Morelos. Hijo de Don Gabriel Zapata y Doña Cleofas Salazar, su niñez fue agradable, pero a los 13 años de edad, quedó huérfano y tuvo que hacerse cargo de la familia. Destacó como jinete, domador y entrenador de caballos, su carisma, sencillez y su apacible actitud, hacía de él, un hombre de confianza. A esos dones, se sumaban el valor, así como la prudencia, pero también un concepto de lo correcto y lo necesario para transformar desde sus raíces, la situación de pobreza y marginación por la que atravesaba el campesinado de su comunidad y, no porque tuviera estudios, o porque leyera a Marx, sino porque era testigo y también víctima del despojo de las tierras al campesinado, por parte de oligarcas que por medio de mañosas leyes, apoyadas por las armas, hacían crecer sus tierras en detrimento de los lugareños, gracias a la ley de desamortización, que además de injusta, era inapelable, así como los constantes deslindes de terreno. Zapata, hombre de arrestos, no se conformó con alzar la voz, sino que tomó las armas para defender a los desposeídos, 5 años antes de que iniciara la Revolución Mexicana. Debemos tener presente que, en Morelos y los estados circunvecinos, ya se venían dando levantamientos cada tanto y, que estos eran extinguidos con todo el peso del estado, fusilando a cada uno de sus líderes.
El México prerrevolucionario, careció de ideólogos, o pensadores revolucionarios, sin embargo, si podemos mencionar que ya existía un movimiento, social llamado “Zapatismo”, (incluso, antes de que naciera el “Villismo”) Porfirio Díaz lo padeció y lo persiguió, pero nunca lo derrotó. Le siguieron León de la Barra, Madero y Carranza, pero en ninguno confió, ninguno le concedió ningún beneficio, ni personal, ni colectivo y nadie atendió las demandas del Zapatismo, pero, ¿Cuáles eran esas demandas? Muy sencillo, que les fueran devueltas sus tierras a los campesinos, que estaban en posesión de los terratenientes y, que ahora los obligaban a tener que trabajar en ellas para poder subsistir. Al grito de “TIERRA Y LIBERTAD” y “LA TIERRA ES DE QUIEN LA TRABAJA” Zapata se levantó en armas y a su llamado, acudieron los campesinos de la zona de Morelos, Puebla, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y estado de México.
Así, al llamado de Madero de unirse a la lucha revolucionaria el día 20 de noviembre de 1910, Zapata, aceptó unirse, pero agregando algunas demandas a la lucha. Al final no solo sería desoído, desairado, sino que hasta perseguido por el mismo Madero, que fiel al “Establishment” de la época, fue al único que benefició, luego pues, desoyó al pueblo, que convertido en ejército revolucionario fue el que lo encumbró. El general Zapata, nunca más coincidiría con los poderes políticos.
La bola estaba llena de seres que no entendían de conceptos filosóficos, de ética, de moral o de leyes, pero si tenían el concepto de la justicia social, Zapata supo conceptualizar ese sentir y lo transformó en un pensamiento “El Zapatismo” y con él, la creación de ordenanzas que le dieran un sentido de justicia a la clase trabajadora. Creó líneas de comunicación con los obreros organizados en la ciudad de México, la que al poco tiempo, se convertiría en “La Casa del Obrero Mundial”, así mismo, se allegó de valerosos generales como Genovevo de la O, de intelectuales como Otilio Montaño, pero también de juristas, como fue Antonio Díaz Soto y Gama, heredero de los ideales magonistas, que junto con ellos, ampliaron su lucha por la reivindicación de otras causas, como el derecho a la salud, a una buena educación, los derechos de los pueblos originarios, la defensa de usos y costumbres de los pueblos, y sin duda uno muy importante, el derecho laboral, todos ellos plasmados en el “Plan de Ayala” que, por cierto, muchos de estos ideales se encuentran plasmados en nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. La lucha por las causas agrarias, los derechos irrenunciables de los trabajadores, los derechos a la educación y a la organización.
Zapata entendió que la lucha armada, cultural o laboral, era para la conquista de ideales, libertades y defender los derechos de los más oprimidos y no para perpetuarse o encaramarse al poder. Sin duda, fue una piedra en el zapato para el presidente Venustiano Carranza, que, en complicidad con el general Pablo Gómez, confabularon para asesinar al general Zapata. Para tal efecto contaron con el traidor de Jesús Guajardo, quien fingiendo que se unía a las huestes zapatistas, lo invitó a comer a la hacienda de Chinameca, Zapata llegó montado en el caballo “As de Oros” que un día antes, Guajardo le había regalado, momentos antes, se había negado a que lo acompañara su escolta personal, algo increíble de pensar, pues Zapata, no se despegaba de ella. Al ingresar a la hacienda, la guardia que le iba a rendir los honores de Jefe del Ejército del Sur, lo acribilló a balazos, era la mañana del día 10 de abril del año de 1919, apenas tenía 39 años. Y sí, murió de pie, y no vivió toda una vida arrodillado. Todo esto sucedió hace 103 años.
Zapata no ha muerto, vive en sus ideales, en el ejido, en las escuelas, está presente en la tierra, en cada campesino de calzón blanco, en los apoyos al campo, en cada grano de maíz, en cada mano callosa por efecto de la faena, en cada cara curtida por el candente sol, en cada obrero, jornalero y también está en el sindicalismo y en la Constitución, se encuentra vivo en el artículo 123, defendiendo los derechos de los trabajadores. Los Antorchistas somos los zapatistas que con herramientas y no con armas tomamos su legado para lograr la transformación de nuestro muy querido México. Camaradas, nos vemos en el surco.