Por Daniel Osorio García Dirigente del Movimiento Antoechista de Quintana Roo
Una de las principales promesas de campaña del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, fue el bajar, “porque se podía”, los precios de las gasolinas, hacerla más barata y accesible para los mexicanos; han pasado tres años desde que asumió el poder y hasta el momento no ha cumplido, ahora el elevado precio de los energéticos genera una galopante inflación en el país que afecta a todos los mexicanos, pero más a los que menos tienen.
Al respeto, el Banco de México (Banxico), en la actualización de sus estimaciones que dio a conocer la semana pasada, sitúa la inflación al cierre del 2021 en 5.7 por ciento, resalta que actualmente se encuentra en 7.05 por ciento, y que antes proyectó que sería de un ya preocupante 4.8 por ciento, de ahí se justifica la intranquilidad de los expertos al considerar los fuertes efectos negativos que esto tendría en la economía de los ciudadanos.
Quizá para alentar demagógicamente al pueblo, ante la difícil situación que se vivió en los últimos años por la contingencia sanitaria ocasionada por el SARS-CoV-2, López Obrador aseguró que la inflación para el 2022 sería del 3.4 por ciento, lo que es alarmante, porque no se ve por dónde pueda el Gobierno federal remontar este resultado, y sólo se limita a decir que la inflación “es un fenómeno mundial; hay una crisis pospandemia que se está manifestando en todos los países”. Para acarrear agua a su molino, menciona que “afortunadamente nosotros vamos logrando estabilizar los precios, por eso es que necesitamos la reforma eléctrica para que no aumenten los precios”.
En términos económicos, la inflación es “el proceso económico provocado por el desequilibrio existente entre la producción y la demanda; causa una subida continuada de los precios de la mayor parte de los productos y servicios, y una pérdida del valor del dinero para poder adquirirlos o hacer uso de ellos”.
Sin duda, como ya lo hemos dicho, uno de los productos que más presiona a la inflación en meses anteriores, es el precio de energéticos como el gas LP y la gasolina, costos que el Gobierno de la llamada Cuarta Transformación no ha podido frenar en su carrera al alza a pesar de que fue una bandera, una promesa, un ofrecimiento que López Obrador realizó a los mexicanos.
Lo que el Gobierno de la 4T está haciendo al no poder frenar el trepidante incremento de precios, es volver más pobres a los ciudadanos, claro, sector de la población que ha aumentado alarmantemente en este sexenio.
Es decir, la inflación refleja la disminución del poder adquisitivo de la moneda: una pérdida del valor real del medio interno de intercambio y unidad de medida de una economía. En otras palabras, pierde valor adquisitivo, compras menos con más, porque los productos básicos como el frijol, las tortillas, los huevos, el aceite, toda la canasta básica y otros productos, lesionan severamente el bolsillo de los mexicanos, que ven con desesperación que el salario no les alcanza para comprar lo de antes y con ello su calidad de vida.
Se podrá justificar que la pandemia de la Covid-19 afectó la economía del país, y negarlo sería cerrar los ojos a la realidad, pero también es una gran verdad que el Gobierno federal no ha cumplido como debiera, no realizó las acciones necesarias y suficientes para frenar la carrera a la alza de la inflación y regaló dinero con programas asistencialistas que no generan producción, no la frenará y muchos menos le da opciones verdaderas a los millones de mexicanos para hacer frente a la crisis que ahora vivimos.
Nos esperan tiempos difíciles, mucho más, porque no se vislumbran mejoras, el Gobierno por el contrario sigue empecinado en impulsar obras faraónicas en lugar de emprender acciones que ayuden a la generación de empleos, que tanta falta hacen, y que han condenado a este país a vivir una de las tasas inflacionarias que no se vivían y padecían en años.