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Crónica | No podemos seguir esperando una ayuda que no llega: Braulio Ku Puc

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Con la puesta del sol, el atardecer en Chetumal, Othón P. Blanco, Quintana Roo, Braulio Ku Puc, inicia su especializada actividad, rodeado de harina y diversas especias, de jamón, queso y salami, elabora ricas pizzas, las que sale a vender, con cierta dificultad, para poder obtener ingresos y mantener a su familia y a su propio negocio.

Braulio, el pizzero, como lo conocen los de la colonia, amasa enérgicamente la harina, sus fuertes brazos agitan el polvo a la que le agrega agua para convertirla en masa. Después, toma y blande poderosamente el rodillo para extender lo que se convertirá en la pizza. La redondea y tras ponerla sobre un molde corta y listo…. a seguir con lo que sigue, dicen los de por aquí.

Sin embargo, en medio de esa intensa labor, no se puede dejar de percibir un dejo de preocupación en Braulio, quien revela,  mientras continúa de procesar la elaboración de su pizza “hawaiana”, esa que lleva piña y que es la más pedida en el negocio, lo difícil que se ha vuelto ganarse la vida.

Inicia de nuevo el proceso de amasado, de blandear el rodillo… pero para de hacerlo, fija la mirada en la mesa de trabajo  y dice: “esto del coronavirus vino a afectar a todos, a toda la economía, a todos… incluso a gente como nosotros, que tenemos nuestro propio negocio pero que ya no vendemos como antes… hoy apenas sale para comer… el negocio se viene abajo y eso nos preocupa”.

“Vivimos al día al día, al pan al pan… no podemos quedarnos aquí en la casa, esperanzados que llegue algún recurso, de esos que prometió el presidente Andrés Manuel López Obrador y que hasta ahora no llega a pesar de que en su “mañanera” aseguró que ya están entregando apoyos”, dice en tanto toma un puñado de harina y la vierte sobre la masa que prepara.

La habilidad de Braulio es patente, en unos breves minutos deja lista las bases de masa redondeada para otras pizzas. Con largos pasos va de un lugar a otro, supervisa el horno de la estufa, checa que el calor del horno esté en su punto e inicia la cocción de la pizza.

En breve descanso, afirma que la covid-19 tomó por sorpresa a todos, incluso al gobierno que no ha otorgado ayuda a la gente que lo necesita. “No hay trabajo, no hay dinero, la gente ya no tiene para comer, lo veo con mis vecinos, necesitamos ayuda urgente porque nos amenaza la hambruna”.

Con un dejo de cansancio jala una silla y desparrama en ella su humanidad. “Urge que el presidente ponga en marcha un plan alimentario, porque así lo pide la gente… porque se han quedado en casa y ahora no tienen dinero ni para comprar sus alimentos”.

Ellos y nosotros –dice apesadumbrado–, no podemos quedarnos más en casa. Tenemos que salir a vender nuestros productos para tener dinero, para llevar la comida a la casa. Hay otras personas, los viejitos, los discapacitados, las amas de casa solas, que tienen aún más dificultades, que verdaderamente están al paso de la hambruna y eso no debe ocurrir…. Las autoridades tienen que hacer algo y rápido.

El olor de la cocción de la pizza invade el breve espacio donde Braulio las elabora… supervisa que estén completamente cocidas y las extrae… las coloca en su tradicional caja de cartón, sin marca y se dispone a iniciar el proceso de entrega, para ello se despoja del mandil blanco que porta y se despide de quien fue testigo de su labor, su queja y de su llamado de ayuda para los que menos tienen. “Nos vemos chavo… hay que hacer por la vida”.

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