El agresor, que ha muerto, ha abierto fuego con un arma de uso militar contra una veintena de congresistas mientras practicaban béisbol en Virginia. Al menos, cinco heridos
Estados Unidos sintió esta mañana el vértigo de la tragedia. Un hombre armado con un rifle de asalto ha descargado más de 50 balas contra una veintena de legisladores republicanos que jugaban al béisbol en Virginia, cerca de Washington. Al menos cinco personas han sido heridas, entre ellas uno de los líderes del grupo conservador en la Cámara de Representantes, Steve Scalise, de 51 años.
El atacante, James T. Hodgkinson, de 66 años, dueño de una empresa de revisión de casas, ha muerto. No tiene antecedentes graves, según las primeras informaciones.
En su cuenta de Facebook mostraba su odio hacia Donald Trump y su «ánimo de destruir al presidente y compañía». Los heridos se mantienen estables.
Los hechos son confusos. A las 7.20, Hodgkinson, con ropa de calle, irrumpió en el campo de béisbol donde los congresistas republicanos estaban entrenándose para un próximo partido con los demócratas.
Una tradición centenaria que tiene como fin recaudar fondos. La cancha está situada en un albergue de la organización YMCA, en Alexandria, a 20 minutos del Capitolio.
Armado con el terrible M-4, de 30 balas por cargador, el atacante pisó el campo, apuntó a los parlamentarios y se sumergió en la vorágine. Los congresistas, bajo la lluvia de balas, escaparon como pudieron. “Fue una locura”, rememoró a la CNN el congresista Mo Brooks.
En la balacera cayó Scalise, el tercer hombre con más poder entre los republicanos de la Cámara de Representantes.
Otro parlamentario, según las primeras versiones, también fue herido. “De pronto oí un ¡bam! Me di la vuelta. Lo vi solo por uno o dos segundos. Estaba en la tercera base y seguía disparando a la gente… Escuché gritar a Steve Scalise. Le habían alcanzado. Los tiros no paraban y vi a todo el mundo dispersándose por la pista», contó Brooks.
Scalise, alcanzado en la cadera, no podía moverse. Empezó a arrastrarse por el campo, mientras el tirador proseguía su ataque. Muchos congresistas buscaron refugio detrás de los banquillos. «Me quedé ahí parapetado mientras mi hijo de 10 años salía del lugar y se escondía de bajo del coche», recordaba el congresista por Texas Joe Barton.
Los policías y guardaespaldas se lanzaron a defender a los parlamentarios. “A corta distancia empezó un tiroteo, hubo un policía que se interpuso y se enfrentó directamente al atacante. Solo con su pistola empezó a repeler la agresión, creo que resultó herido”, señaló un testigo a la televisión.
El agresor fue alcanzado. Rápidamente, los agentes le inmovilizaron. El lugar se había llenado de sangre. El pánico se mantenía. La posibilidad de que hubiese más atacantes hizo que los policías mantuvieran las armas en la mano.
Scalise, médico de profesión, dirigió a sus compañeros en los primeros auxilios. Un congresista buscó unas tijeras, le cortó los pantalones y accedió a la herida. Para frenar la hemorragia, Brooks le taponó con ropa, luego le hizo un torniquete con su cinturón.
Los helicópteros sanitarios no tardaron en llegar. Scalise y otros fueron llevados por aire al hospital de Fairfax.
En el lugar quedó el aire de la tragedia. Que no se hayan registrado muertes es casi una contradicción. Tanto por la potencia del arma empleada como por la indefensión de las víctimas concentradas en un campo horizontal y sin protección, el tiroteo estaba destinado a devenir en un matanza.
El FBI mantuvo una extrema cautela con las investigaciones. «Es demasiado pronto para cualquier hipótesis, exploramos todos los ángulos», dijo el encargado de las pesquisas», señaló el encargado de las pesquisas.
El gobernador de Virginia, Terry McAuliffe, aprovechó para lanzar una andana contra el uso de armas y pidió su limitación.
«Cada día mueren 93 personas por arma de fuego, esto es insostenible, hay que cambiar».
El presidente Donald Trump, que hoy cumplía 71 años, se ha mostrado profundamente entristecido por estos hechos y se espera que haga un comentario público esta mañana.