Por Aquiles Córdova Morán
Secretario General del Movimiento Antorchista Nacional
A principios de esta semana, el vocero del Movimiento Antorchista poblano, el joven periodista Aquiles Montaño Brito, reseñó el masivo y sentido homenaje que varios miles de antorchistas reunidos en Ixtapaluca, Estado de México, rindieron a don Manuel Serrano Vallejo, padre de la diputada Maricela Serrano Hernández, secuestrado y posteriormente asesinado, el día jueves 6 de 0ctubre, con motivo de haberse cumplido ese día el tercer aniversario de su desaparición, un crimen terrible cuya sevicia llega al extremo de mantener secuestrados hasta hoy sus restos mortales, negándoselos a su familia que los reclama para darles cristiana sepultura. En el mismo artículo, Montaño Brito hizo un recuento sucinto de las agresiones más graves sufridas por el Antorchismo en el último año y medio por cuenta de los enemigos del derecho de los pueblos a organizarse, manifestarse y protestar públicamente en demanda de atención a sus carencias y necesidades más urgentes.
En el número uno del recuento dicho figura, naturalmente, el secuestro y asesinato de don Manuel Serrano Vallejo; en el número dos se denuncia que el primero de octubre, a eso de las seis de la tarde, el vehículo en que viajaba el Ing. Nibardo Hernández Sánchez, líder del Antorchismo en el municipio de Coayuca de Andrade, Puebla, y secretario del H. Ayuntamiento del mismo municipio, acompañado de dos personas más, fue arteramente atacado a balazos por pistoleros al servicio del viejo cacicazgo de Coayuca, ataque del que salió ileso gracias a su rápida reacción y a su conocimiento del terreno. Añade Montaño que, a pesar de que el atentado estaba ya en los medios y era del conocimiento del Gobierno del Estado de Puebla, el mismo seis de octubre en que se rendía homenaje luctuoso a don Manuel Serrano, los sicarios, en un claro desafío a tales denuncias y en un cínico alarde de influyentismo que sugiere la protección de padrinos a muy alto nivel en la política poblana, enviaron al teléfono celular del Ing. Nibardo un anónimo soez y brutal en el que le aseguran que su muerte es cosa de muy poco tiempo.
En tercer lugar, Montaño Brito coloca el asesinato del dirigente antorchista en Atlacomulco, Estado de México, Cristian Iván Ramos Melchor, ocurrido hace pocos meses; en cuarto lugar, el ataque a balazos del domicilio de la entonces candidata a diputada suplente por el distrito de Ajalpan, Puebla, compañera de fórmula de la actual diputada antorchista Edith Villa Trujillo; en quinto lugar, el reciente atentado, también a tiros, en contra del dirigente antorchista de Coxcatlán, en el mismo distrito electoral de Ajalpan; y cierra su recuento señalando que en los últimos tres años “hemos denunciado varias decenas de mensajes con amenazas de muerte, levantones de «advertencia» y allanamiento de las casas de varios de nuestros dirigentes y sus hijos”. Como corolario a su recuento, Montaño Brito afirma algo que tiene que ver con lo que yo, a mi vez, pretendo abordar hoy, como información al lector y como llamado de alerta a los antorchistas del país. “Conviene aclarar –dice Montaño– (…), que no se trata de crímenes comunes (…). Se trata de crímenes políticos con el objetivo de frenar la actividad que desplegaban en sus centros de trabajo los agredidos o, como el caso de don Manuel, frenar la actividad de sus familiares. El mensaje, pues, es muy claro”.
Ahora bien, a principios de esta semana y como para confirmar la denuncia y la opinión de Montaño Brito, se perpetraron dos nuevos ataques graves en contra de líderes y grupos antorchistas. El primero tuvo lugar el domingo 16 por la mañana en el poblado de Coatlinchán, municipio de Texcoco, Estado de México, gobernado por el morenista Higinio Martínez Miranda. El ataque fue así: el Dr. Brasil Acosta Peña, dirigente del Antorchismo texcocano, ex diputado federal, ex candidato a la alcaldía de Texcoco y un ameritado académico que, obviamente, no se dedica a atropellar derechos de nadie ni a encabezar disputas callejeras propias de pelafustanes y malvivientes, celebraba una reunión de trabajo con unos 400 antorchistas en un salón de actos sito en la población mencionada, cuando fue informado de que, arengada y enardecida por el primer y tercer delegados del pueblo, ambos morenistas, una multitud de unas 120 personas habían bloqueado la salida con un vehículo y se dirigían a la reunión armados de piedras, garrotes, tubos y huevos, dispuestos a desalojar a los antorchistas por la fuerza. Y en efecto, instantes después todos los presentes pudieron oír los gritos, las amenazas y los insultos, al tiempo que llovían piedras, garrotes y huevos contra las ventanas del salón causando destrozos y alcanzando a herir a varias personas que requirieron atención médica. Dos de los cabecillas, Mauricio Rivera Galicia y José Chavarría, se lanzaron a agredir personal y cobardemente al Dr. Brasil Acosta, envalentonados por el cobijo de la multitud.
Los antorchistas acorralados, a pesar de doblar en número a sus atacantes, se hallaban totalmente desprevenidos por el simple hecho de que no habían sido convocados a una batalla campal, sino a una reunión pacífica y legal para discutir sus asuntos. Jamás esperaron que una autoridad, que debe responder de sus actos ante sus gobernados y ante la ley, se atreviera a violentar de ese modo brutal los derechos de asociación y reunión tutelados por la Carta Magna y a subvertir de modo tan irracional la paz y la tranquilidad de su propia comunidad. Pero ocurrió. Y tuvo que intervenir la policía del Estado de México que, por cierto, no llegó a someter a los rijosos y a restablecer el Estado de derechos, sino solo a “liberar” a los rehenes que las huestes de MORENA tenían secuestrados y amenazados de linchamiento.
El segundo incidente ocurrió el lunes 17, en la cabecera municipal de Totolapan, Morelos. Aquí, la presidenta municipal atacó con porros vestidos de civil y policía estatal a un grupo de ciudadanos que se oponen a la construcción de un centro comercial de una firma transnacional en un terreno que la población considera de propiedad común y en la cual, además, hay indicios de ruinas prehispánicas que quieren conservar. El lunes mencionado, la presidenta quiso dar madruguete a los inconformes y dio luz verde a la empresa constructora para iniciar los trabajos; esto hizo que la violencia se desbordara y el zafarrancho, provocado por la señora alcaldesa, y el resultado fue el que cabía esperar: heridos, incendios, alarma generalizada, detenidos sin ton ni son, etc. Y todo porque la señora, de filiación perredista, desoyó el clamor popular y privilegió la voz del poder y del dinero. Hay que aclarar que aquí el grupo Antorchista es muy minoritario; es decir, que la lucha es básicamente de la población, a pesar de lo cual los medios, controlados por el Gobernador, hablan ya de un “enfrentamiento” entre antorchistas y seguidores de la presidenta.
Pudiera pensarse, a la vista de tales sucesos, que es solo la “izquierda” la que ataca y reprime a los antorchistas, puesto que en ambos casos se trata de gobiernos con ese sello ideológico. Pero no es así. En mi opinión, el fondo de estos ataques es el temor al crecimiento y desarrollo de Antorcha como fuerza electoral capaz de entrar de pleno derecho a la liza por el poder político de la nación; el temor a perder el monopolio de ese poder que los partidos oficializados consideran suyo por derecho de herencia histórica, primacía en el tiempo o alguna razón parecida. El Movimiento Antorchista es, a su juicio, un importuno advenedizo que ha venido a perturbar los equilibrios previamente acordados entre ellos para repartirse el poder. Y este temor, este odio irrefrenable al intruso sine nobilitate, no es exclusivo de las izquierdas, de la derecha o del centro, sino común a todas ellas, razón por la cual, aunque se enfrenten entre sí en las campañas electorales, siempre están dispuestas a cerrar filas y a sellar pactos de sangre allí donde se presenta el peligro de un candidato Antorchista. Sabemos bien cómo y por qué ganó MORENA la alcaldía de Texcoco; sabemos quién sostiene a Graco Ramírez en el gobierno de Morelos y, por eso, estamos seguros de que nuestros enemigos no son los politiquillos liliputienses de Texcoco o Totolapan, sino las fuerzas nacionales que se hallan detrás de ellos.
Y el temor al Antorchismo crecerá y se multiplicará en estos días conforme se acerquen las elecciones de 2017 y 2018 y, en consecuencia, crecerán y se harán más frecuentes las agresiones como la de MORENA en Texcoco o la de Graco Ramírez en Morelos. Llamo por eso a todos los antorchistas a estar muy atentos, a no cerrar los ojos ni los oídos un solo instante, a tomar todas las precauciones que puedan al realizar sus actividades y a no confiarse nunca en que los gobernantes cumplirán fielmente con su deber de proporcionarnos seguridad. Hay que mantener siempre listo y afinado nuestro aparato de propaganda y difusión, listas nuestras masas para la protesta pública, pues son dos de los pocos recursos que nos quedan para obligar al gobierno, del nivel o partido que sea, a respetar y a hacer respetar el Estado de Derecho también cuando se trate de la vida y la actividad de los antorchistas mexicanos.