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Importan los hechos, no el discurso: Dimas Romero González líder antorchista de QRoo

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Chetumal.- Hace unos días escribí un artículo acerca de la política de Graco Ramirez Abreu, gobernador de Morelos, motivado por su visita al sureste mexicano y, por la obvia incongruencia que hay entre su papel de edecán de la COPARMEX y la tendencia de izquierda, a la que dice pertenecer. Sostuve y sostengo, que ese señor es un enemigo declarado de los sectores populares, y un cínico promotor de los poderosos. Como prueba  están sus ataques a los líderes antorchistas y su menosprecio a las recientes manifestaciones de repudio de amplios sectores morelenses a su gobierno, para demostrar a quien sirve.

El ríspido matiz que han tomado los acontecimientos después de la visita de Graco a Quintana Roo, me sugiere la necesidad de revisar qué está sucediendo con algunos políticos que militan en la izquierda mexicana. Y lo considero necesario en cuanto que  dejarse llevar por un discurso engañoso, significará para el pueblo peligrosos retrocesos en política, como lo demuestra el caso de Morelos, que de la mano de un seudo izquierdista, se ha convertido en campo abierto para la delincuencia y un escenario de caos social y económico; ìtem más, que el peligro de que personajes de esa catadura cobren cada vez más impulso en la política, ante el alarmante deterioro del tejido social, no se reduce sólo a ese estado, sino a toda la geografía nacional.

Los términos de izquierda y derecha en política,  adquirieron la connotación que hoy tienen, en la Revolución francesa, y más en concreto, en la votación que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1789 en la recién surgida Asamblea Nacional Constituyente, que  discutía la aprobación de un artículo de la nueva Constitución, en el que se establecía el veto absoluto del rey a las leyes aprobadas por la futura Asamblea Legislativa. Los diputados que estaban a favor de la aprobación de este artículo,  se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea. Los que proponían que el rey sólo tuviera derecho a un veto suspensivo y limitado en el tiempo, poniendo por tanto la soberanía nacional por encima de la autoridad real, se situaron a la izquierda del presidente. Así entonces, el término «izquierda» quedó asociado a las opciones políticas que buscan un cambio político y social, verdadero en beneficio de las mayorías.

Desde 1919, año en que apareció en nuestro país el primer partido de izquierda, el PCM(Partido Comunista Mexicano), el movimiento proletario ha pasado por una serie de vicisitudes en su intento de consolidación. En mi opinión, hay dos periodos significativos, el primero, que va de ese año hasta la década de los sesentas, en que varias expresiones políticas de izquierda como la del PMC privilegiaron la táctica de luchar por reformas únicamente, por lo que al carecer de verdaderas demandas populares, y por tanto de penetración entre las masas, tuvieron un estéril desempeño en la política nacional. A pesar de lo cual, si hicieron algunos intentos serios de formar la verdadera vanguardia proletaria, como lo demuestran las huelgas de ferrocarrileros y mineros en 1958-1959; y el segundo periodo, que va desde finales de los sesentas hasta nuestros días, en el cual surgieron los ya desaparecidos  PARM, PMS y PMT, que dieron origen a los actuales partidos de izquierda, PRD, PT y MORENA. En este, la situación no sólo no mejoró, sino que empeoró, ya no hubo intentos de importancia por consolidar el movimiento proletario de nuestro país, a la cabeza de estos  partidos, se colocaron algunos personajes relegados de la oficialidad, quienes sólo se aprovechan de la falta de un verdadero partido del pueblo trabajador, para  medrar con el discurso de izquierdistas, sacando ventaja y ganancia del hecho de que el pueblo los toma por sus aliados y representantes, pero que están reducidos a corrientes distractores al servicio del juego ajeno.

Y ahora que día a día crece el número de ciudadanos inconformes y ávidos de una propuesta real y auténtica de cambio, a los mexicanos nos conviene revisar el desempeño histórico de quienes se cobijan en la izquierda, preguntándonos cómo se ha demostrado que satisfacer las demandas y necesidades del pueblo trabajador ha sido su único y último objetivo y si su tránsito por otros partidos, no ha sido  sólo su mecanismo de  lucha por los puestos de gobierno y las ganancias económicas que esto significa, pero más importante que eso, localizar las pruebas últimas, los resultados concretos traducidos en beneficios reales como producto de su trabajo en los cargos públicos que han detentado.

La respuesta es contundente, en México no hay más izquierda que la que el Movimiento Antorchista en unión con otras fuerzas progresistas, ha venido formando fuera de la oficialidad de los partidos, pero en las entrañas del mismo pueblo, luchando hombro con hombro con el obrero, el campesino y todos aquellos ciudadanos del pueblo pobre, que construimos con nuestra lucha diaria un nuevo país, más justo, más democrático y más solidario. Como muestra de que nuestros gobiernos son radicalmente diferentes al común de los que emanan de las fuerzas políticas actuales, están los de Tecomatlán y Huitzilan de Serdán en Puebla o Chimalhuacán e Ixtapaluca en el Estado de México, que han sacado a sus municipios de los últimos lugares en infraestructura y obra social, para colocarlos en los primeros lugares a nivel nacional.

 

Basta ya de que estos saltimbanquis con careta de “izquierdistas” sigan vulgarizando y enlodando la noble tarea de encabezar a los sectores más desprotegidos de México, que soportan un enorme e insostenible peso sobre sus hombros. Digámosles a estos señores: hechos, hechos más que discursos.

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