No voy a hablar de Cancún, pero si quiero celebrar con estas palabras su aniversario, que además me liga de forma casual con el centro turístico de Quintana Roo, porque yo nací unos meses después, en el mismo año de 1970 (aunque lo hiciera en Barcelona). Además, resulta, que mi actual jefe en la oficina, una auténtica referencia histórica de este país, acompañó como oficial del Estado Mayor Presidencial a Luis Echeverría Álvarez, en numerosos viajes y actividades en los primeros andares de Cancún a lo largo de esos años; y cada vez que el trabajo nos deja un espacio me cuenta y recrea aquellos años, lo que hace que no sea sencillo para mí dejar de recordar diariamente el estado de la República que me abrió la puerta, me permitió desarrollar mi trayectoria profesional en este país, y que se ha convertido en mis afectos en mi patria chica, junto con la costa catalana del Mediterráneo, y las montañas y desiertos aragoneses.
Hoy quiero reflexionar sobre la libertad de expresión y la judicialización de la misma. También sobre la falta de tolerancia democrática y el autoritarismo primitivo del que hacen gala algunos políticos, y ciudadanos adinerados que quieren imponer sus posiciones levantando la voz, amenazando y faltando al respeto a quienes, interpreto, consideran inferiores, y merecedores del látigo de su desprecio inmisericorde.
Nos tomamos demasiado en serio la vida. Unos levantan la voz, seguramente por llamar la atención, y se arrastran por el piso, como si fueran jugadores de futbol en el área chica buscando el penal que les de sus cinco minutos de gloria. Otros, sinceramente se creen, que con la investidura llega la impunidad, y el silencio de los cementerios. Es tan ridículo, como el maestro que no quiere que los alumnos murmuren a sus espaldas, que castiga a los que piensan diferente a él, y que persigue inquisitorialmente al “rebelde” que se atreve a cuestionar sus juicios hasta el momento de la calificación final.
La política de Carlos Joaquín es clara. Desangrar en una agonía lenta, al sistema público de comunicación social (lo que intuyo no afecta a los salarios de los directivos); no establecer a la luz del día “convenios” con medios de comunicación o periodistas, dejar que el mercado seleccione a los comunicadores que deben sobrevivir, y utilizar las oficinas de gobierno para remitir comunicados oficiales que no plantean ningún tipo de pregunta al ejecutivo, sino que transmiten la visión oficial de los temas de forma puntual. Es cierto, sin embargo, que se siguen manteniendo en redes sociales, unos pocos “fanáticos” que, a cambio de una palmadita, o una fotografía siguen “despellejando” al que se atreva a opinar en contra del ejecutivo, pero no creo que tampoco exista una política consistente de presencia en Redes Sociales (poco a poco todos los que nos atrevimos a opinar vamos dejando de escribir).
El Gobernador señaló con claridad, al inicio de su mandato, que respetaba la libertad de expresión, y que cada quién cargara con su cruz. Del mismo modo, señaló, que en el Estado mandaba él; y cómo buen Joaquín (así cuentan los que conocen a la familia que se comportan en general), le importa un cacahuete lo que el mundo diga o piense … así lo ha demostrado a lo largo de los meses.
Algunos critican su falta de carácter para tomar decisiones, más, sin embargo, ha tenido un carácter muy estable para mantener a todos sus “colaboradores”, no importándole las críticas, ni los comentarios sobre la falta de profesionalidad o el buen nombre de varios de los mismos. Se ha comportado como una especie de mártir, obligado y atrapado por los pactos con el PAN, el PRD, y los “joaquinistas”. Su fórmula no deja de funcionar. Ante el más que probable hundimiento del PRD, ya está pactando con el PRI y el PVEM, que va a ser el que le va a garantizar acabar lo que queda de legislatura contando con el apoyo del Congreso. Dependiendo del resultado de las elecciones de Diputados locales, ya verá qué estrategia negociadora seguirá para acabar con el segundo período de su sexenio. En este contexto, se siente cómodo con el grupo de colaboradores que tiene, y no parece importarle ni el resultado de las elecciones del 2018, ni lo que pase después del final de su mandato.
La verdad es que deberían de aprender de su ejemplo: diputados, funcionarios, empresarios, e incluso la ciudadanía en general. Es mucho más sano, como me dijo un médico un día, aplicarse una pomada de “valemadrismo”, y dejarse llevar a través de los días. ¿Por qué se enojan por los comentarios de los demás? El gobernador está tranquilo, pues sigan su ejemplo… y dejen pasar los seis años sin broncas. En otro caso sólo se van a llevar disgustos.
El día de ayer el comunicador Leonardo Curzio, en la presentación del Atlas de la Seguridad y la Defensa de México 2016, señaló que en los últimos años el resultado de la gestión de prácticamente todos los Gobernadores en México, había convertido los estados en auténticas “zonas de desastre”. Buena parte de esos mandatarios no permitieron la crítica, o les “valió”, y así les fue. La fotografía que comentó Ciro Gómez Leyva, en la que se ve a Enrique Peña Nieto en el año 2012, rodeado de Gobernadores es dantesca. ¿Quién se salva en esa fotografía? Los virreyes de México, los que no aceptaron críticas, los que hicieron lo que quisieron, han acabado con el país, y muchos de ellos van a ir la cárcel (si finalmente no son salvados por el sistema).
México está en crisis y su ciudadanía está muy molesta. Eso es lo que hizo ganar las elecciones a Carlos Joaquín, y lo que lo hundirá si no escucha los comentarios bienintencionados de ciudadanos que quieren que las cosas cambien por el bien del país. Los “censores”, y los que no entiendan que la voz de la ciudadanía es fundamental para salir de este desmadre, están contribuyendo a cavar la tumba de la clase política quintanarroense. Ojalá y algún día cambien sus actitudes, se den cuenta de su tremendo error y entre todos seamos capaces de reconducir el rumbo de una forma satisfactoria.