Tres internos y cuatro custodios fueron los principales responsables del asesinato de 28 personas en la cárcel de Acapulco, en México, la madrugada del jueves. El gobernador del Estado de Guerrero, Héctor Astudillo, ha informado este viernes de que tienen «perfectamente identificados» a los reos que organizaron la matanza. Además, ha explicado, cuatro guardianes les ayudaron. El ataque empezó aproximadamente a las 4.00 de la mañana y las autoridades lograron retomar el control hacia las 9.00.
Roberto Álvarez, portavoz de las fuerzas federales destacadas en el estado, ha añadido que todos los trabajadores del penal están bajo investigación. «El Ministerio Público decidirá si existen actos por comisión u omisión para que sean procesados». De momento, ya han declarado ante funcionarios de la fiscalía estatal.
No es ningún secreto que el penal de Acapulco, igual que otros tantos en México, era una bomba de relojería. En sus informes sobre la situación de las prisiones, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH, suele señalar sus carencias, que son prácticamente todas: sobrepoblación, hacinamiento, falta de personal, autogobierno… Tiene capacidad para 1.543 internos y alberga a 2.319.
Astudillo ha explicado que la situación de los penales en México es la que es, aunque, ha matizado, eso «no es excusa». Efectivamente. En menos de un año, autoridades estatales y federales practicaron varias redadas en el penal, encontrando objetos de toda índole. En agosto de 2016, hallaron, por ejemplo, «146 objetos punzocortantes, 95 herramientas de trabajo, 120 cortauñas, 95 tijeras, 65 televisores, 15 reproductores DVD, un teléfono celular, 28 planchas, 10 licuadoras, 86 ventiladores, 17 bocinas, 13 espejos y 4 aires acondicionados», entre otras cosas. Hace apenas dos meses, la historia se repetía. Encontraron lo mismo, aunque en diferentes cantidades.
Pese a las requisas, los asesinos emplearon este jueves «armas punzocortantes» y tablas de madera de «una obra de construcción», según ha explicado el gobernador. ¿De qué sirven entonces las redadas?
La guerra se traslada a prisión
Astudillo ha explicado también que la masacre es consecuencia de los intentos de una banda por hacerse con el control de la cárcel. «El cártel independiente de Acapulco, el CIDA, ya hace tiempo que quiere hacerse con el control del penal», ha dicho.
Alejandro Hope, experto en cuestiones de seguridad, explica que «llamar cartel a esa banda es quizá medio exagerado». Hope recuerda que el CIDA nació de la detención de Edgar Valdez, alias La Barbie, en 2010. Viejo lugarteniente del Cártel de los Beltrán Leyva, Valdez manejaba sus negocios desde Acapulco. Cuando lo aprehendieron, explica Hope, su suegro, Carlos Montemayor, armó el CIDA. Luego lo detuvieron a él también y Acapulco quedó a merced de esta y otras bandas. De las bandas y sus guerras. Hace unos meses el fiscal de Guerrero, Xavier Olea, calculaba que solo en la ciudad, joya turística de la costa Pacífico de México, actúan más de una treintena de bandas.
Hope añade que con la muerte de Arturo Beltrán Leyva en el año 2009 y las capturas de La Barbie y demás lugartenientes, la situación se descontroló en Guerrero. Beltrán Leyva era el amo y señor de Guerrero y sus lugartenientes se las arreglaron para controlar la situación por un tiempo. Pero la situación no duró demasiado. Con los años, las autoridades han ido capturando a los jefes que se iban quedando al mando de las bandas. La violencia aumentó en las calles, pero también en los penales: las bandas querían hacerse con el control.