Por Daniel Osorio García Dirigente Estatal del Movimiento Antorchista de Quintana Roo
El pasado miércoles primero de diciembre el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), cumplió tres años de gobierno. Podrá presumir su alta popularidad, llenar la plaza del Zócalo con simpatizantes o regodearse en el entusiasmo de quienes lo alzan en hombros, pero rubro tras rubro su administración resulta ser un lamentable fracaso.
En campaña prometió mucho a los mexicanos, pero hasta ahora nada ha cumplido y dudo mucho que en los tres años que le faltan lo haga. Traicionó a la “izquierda progresista” que lo apoyó y a la gente humilde que tanto confió en él. El hombre que juró “no mentir, no robar, no traicionar”, se especializó en ello. AMLO miente todos los días desde la mañanera. Permite que miembros de su familia, de su gobierno y partido se embolsen recursos públicos sin sanción. Incumpló su palabra de separar el poder político del poder económico, al crear una nueva mafia militarizada en el poder, lejos del escrutinio y la transparencia, que son condiciones indispensables para la democracia. El Presidente que llegó a Palacio Nacional ofreciendo la honestidad valiente, ha entronizado la mentira permanente.
López Obrador prometió, en 2019, resolver la inseguridad en seis meses. Casi tres años después, los índices siguen en niveles récord: ha habido más de 100 mil homicidios y más de 21 mil personas desaparecidas. Los feminicidios han aumentado 13 por ciento. Los homicidios, violaciones, robos y lesiones aumentaron en este sexenio respecto a los de sus antecesores Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto; la Guardia Nacional que supuestamente serviría para “pacificar” el país, AMLO la convirtió en patrulla fronteriza de Estados Unidos: 26 mil elementos dedicados a evitar que los migrantes lleguen a ese país mientras México vive en la inseguridad y la violencia.
Por el lado de la economía también estamos mal, el Banco de México redujo el pronóstico de crecimiento económico para este año. Pero desde antes de la pandemia la desconfianza que generan los tumbos ideológicos del Presidente, enfiló al país hacia la recesión. Cuando llegó la Covid-19, la economía mexicana cayó el doble que el promedio mundial y la recuperación no ha sido suficiente. Sus decisiones generaron 3.8 millones de nuevos pobres y la inflación en noviembre superó el siete por ciento, la mayor cifra en 20 años.
El combate a la corrupción, su principal bandera, sigue sin funcionar: dos de sus hermanos, su secretario particular y su oficial mayor, han sido captados en video realizando movimientos turbios de dinero en efectivo; integrantes de su gabinete tienen fortunas personales inexplicables; cada vez se otorgan más contratos sin licitación y recientemente el Presidente emitió un decreto para considerar de “seguridad nacional” todas sus obras y, con ello, evadir la transparencia.
Todos sabemos que López Obrador prometió en campaña regresar los soldados a los cuarteles, pero eso no sucedió, al contrario, prefirió entregar su Gobierno a los militares. El Ejército es su columna vertebral y la principal empresa constructora del país para el gobierno, mediante contratos que no han estado exentos de irregularidades. Realiza 246 tareas antes asignadas a civiles, que van desde edificar un aeropuerto hasta repartir cilindros de gas. En esta administración las Fuerzas Armadas tienen demasiado poder y dinero. Ante ello, parece difícil volver atrás esta militarización, pues habrá resistencias en la élite militar si el próximo Presidente lo intenta.
La salud de los mexicanos también se ha visto seriamente dañada en el gobierno de la autodenominada “Cuarta Transformación”, hoy día, las muertes oficiales por Covid-19 en el país casi superan las 300 mil. Pese a ello, y con la variante ómicron ya en la región, AMLO llenó el Zócalo de gente sin cubre bocas.
Seguimos sin tener medicamentos en las clínicas y los hospitales de gobierno. Desde hace casi tres años hay un desabasto crítico de medicinas causado por la propia administración federal. Inicialmente el Presidente lo negó. Cuando finalmente lo aceptó, dijo una y otra vez que la solución estaba a la vuelta de los días. Nunca sucedió. Aunque la entrega de medicamentos últimamente, también se le encomendó al ejército, éste no puede hacerlo por la simple y sencilla razón de que no hay medicinas. El gobierno no compró los insumos médicos con anticipación y, por más eficiente que puedan ser las Fuerzas Armadas para llevar medicamentos a los lugares más recónditos de México, primero tiene que conseguirlos el gobierno. El mercado farmacéutico internacional implica pedidos a gran escala con meses de anticipación: alguien tendría que explicarle al Presidente que no es como ir a la farmacia. Además de este desabasto, hay 38 por ciento menos de personas que son atenidas en los servicios de salud públicos, respecto a 2018.
Sin embargo, todo esto que está a la vista no mina la aprobación ciudadana de AMLO que está en un promedio de 65 por ciento considerando los pobres resultados de su gobierno. Creo que esto se debe a personalidad sencilla y bonachona, su inagotable capacidad de hablar y decir lo que quiere escuchar la gente, aunque él sepa que no va a cumplir o que está mintiendo. Está aprovechando que los malos gobiernos del pasado dejaron heridas profundas en la gente y, sobre todo, que el ciudadano no tiene a dónde voltear porque los partidos de oposición realmente no son tal, no hacen un verdadero contrapeso a López Obrador.
El Movimiento Antorchista Nacional hace un llamado a todos los mexicanos para que no nos dejemos llevar por los “cantos de sirena” del gobierno de la “Cuarta Transformación”, y nos unamos todos en un gran frente nacional, primero, para exigir que haya mejores condiciones para todos los mexicanos y, segundo, para evitar que en el 2024 Morena vuelva a ganar la presidencia y sigan destruyendo este país que tanto nos ha costado construir. Vale.