Homero Aguirre Enríquez
Hace poco asistí a un evento cultural y político realizado en el malecón de Chetumal, donde inicia México por el sur, en memoria de Cristóbal Pilar Reyes, un destacado luchador social antorchista que murió víctima de la pandemia de Covid-19, que se escaló como consecuencia de la ineptitud del Gobierno de la 4T para controlarla y provocó que cientos de miles de hogares mexicanos se vistieran de luto. Al momento de morir, Cristóbal era el responsable estatal de la actividad financiera de la Organización, tarea en la que trabajó durante muchos años de su vida, desde que era un muchacho en su natal Maravatío, Michoacán.
El compañero no se dedicaba a organizar directamente a los habitantes de colonias y pueblos marginados donde Antorcha tiene amplia presencia, tampoco encabezaba gestiones ni movilizaciones como lo hacen otros miles de activistas asignados a ese trabajo, sino que formaba parte de un indispensable núcleo de mujeres y hombres que esforzada y tenazmente encabezan y organizan las actividades que han hecho realidad la independencia económica de una organización popular de millones de integrantes que luchan por un país próspero y sin pobreza, para lo cual ha recurrido toda su vida a la realización de colectas, rifas, venta de comida, de ropa y de abarrotes, entre otras tareas productivas y comerciales que involucran mucho trabajo, tenacidad e inteligencia y permiten al Antorchismo hablar y actuar en favor de los más necesitados del país sin tener que recurrir a patrocinios de los poderosos en turno.
Esta experiencia de generar recursos propios para sostener una lucha de transformación de un país es inédita en el mundo y tiene una importancia central en una verdadera lucha transformadora de consciencias, al grado que algunos intentos organizativos del pueblo mexicano han fracasado por falta de independencia financiera, lo que ha provocado que sus líderes e integrantes hayan sido cooptados de diversas formas por el poder en turno o sus líderes se hayan vendido poco a poco, experimentado aquel proceso de envilecimiento y derrota moral y política del que hablaba Benedetti: “ver que el dinero forma un cerco
alrededor de tu esperanza/
sentir que otros/
los peores/
entran a saco por tu sueño/ y ver que un día/
pobre diablo/
ya para siempre pordiosero/ poquito a poco/ abres la mano/
y nunca más/ puedes cerrarla”.
La independencia económica es uno de los requisitos indispensables para crear una fuerza social que sea suficientemente vigorosa como para hacer realidad nuestro proyecto de país, el cual considera la mala distribución de la riqueza como la fuente principal de los problemas nacionales. Claridad ideológica, unidad política, unidad de acción e independencia económica han hecho crecer al Movimiento Antorchista y le han permitido aguantar vendavales de ataques desde el poder, como los que calumniosamente nos ha lanzado en los últimos cuatro años el presidente de la República, al darse cuenta que somos de los pocos movimientos que han resistido su operación de Estado para desarticular a las organizaciones, y también que hemos sido los únicos capaces de denunciar ante las capas populares los malos resultados de a 4T: el aumento de la pobreza, el escalamiento descontrolado de los homicidios, feminicidios, desapariciones de personas, deterioro de los sistemas de salud, de educación, la inflación sin control y el incremento exponencial de la marginación en las colonias y pueblos pobres que carecen de servicios y vivienda digna, entre otros males que han postrado aún más al país y provocado que millones de mexicanos busquen infructuosamente irse a otro país.
Generar recursos propios para sostener una lucha social en vez de concentrarlos para enriquecer a unos cuantos es algo que a la clase política, formada entre otros por miles de devoradores profesionales del presupuesto público, diseñadores de mecanismos legales de todo tipo para transferirse carretadas de dinero de los mexicanos para mantener sus estructuras de poder, les parece tan extraño como un marciano, y es rechazado por ellos cuando pueden, porque los exhibe en su dependencia al dinero público y el sometimiento consiguiente a los que les pagan.
Pero, sea que lo crean o no, y aunque nos ataquen y calumnien, la independencia económica del Movimiento Antorchista es una realidad vigente, construida con esfuerzo cotidiano y sin alejarla de su propósito central de sostener una estructura que eduque políticamente y permita articular a millones de mexicanos que padecen pobreza y marginación y merecen un mejor país para sus hijos. Ayudar a construir esa independencia económica es el gran mérito de Cristóbal Pilar Reyes que nos llevó a honrar su memoria, pues fue integrante de pleno derecho de ese digno contingente formado por miles de héroes civiles que todos los días trabajan generando recursos y acudiendo a las zonas pobres para hacer crecer la consciencia del pueblo, organizar su resistencia a los abusos del poder, desatar rebeldías y encauzarlas en un gran torrente de millones de mexicanos que juntos construyan un país mejor para sus hijos.