Homero Aguirre Enríquez
Los datos sobre el fracaso del gobierno de Morena se acumulan y la realidad grita que el pueblo mexicano, lejos de sentirse “feliz”, como suele repetir machaconamente el presidente, se encuentra más pobre, marginado y muere en grandes cantidades por falta de atención médica.
Ayer, el CONEVAL presentó su informe sobre pobreza multidimensional (con indicadores que miden varias carencias, desde las más básicas como alimentación, hasta las referentes a tipo de vivienda y el acceso a servicios públicos, de salud y educación). A pesar de que la metodología utilizada no mide verdaderamente la dimensión de la pobreza, los resultados presentados por ese organismo evaluador no dejan lugar a dudas: los pobres aumentaron en cantidad y aumentó la pobreza extrema en lo que va del gobierno de López Obrador, que basó su ascenso al poder en prometer que los pobres serían los primeros en resolver sus problemas. Según el informe, ahora hay más pobres, de 51.9 millones reportados en 2018, pasó a 55.7 millones de personas en 2020. Julio Boltvinik, un sólido investigador de la pobreza, afirma que, agregando los sectores de la población calificados como “vulnerables” en vez de calificarlos como lo que son: pobres, la población en pobreza ascendería a 96.9 millones de mexicanos, lo cual hace aún más grave la tragedia social que padece México.
En dos años aumentó el número de los que están en pobreza extrema, en la miseria y la inanición; según el CONEVAL: “el número de personas en situación de pobreza extrema aumentó de 8.7 a 10.8 millones de personas” y, a pesar de la promesa de AMLO de ponernos en la antesala del primer mundo en servicios de salud, creció alarmantemente el número de los que carecen de servicios médicos: “en términos de carencias sociales, el mayor cambio entre 2018 y 2020 es un aumento de 12.0 puntos porcentuales en la carencia por acceso a los servicios de salud, que pasó de 16.2% a 28.2%”, ¡casi un tercio de los mexicanos sin servicios médicos! Y si hablamos del hambre, esa “madre antigua y atroz” de la guerra, como la llamó Borges, en México asoma su horrible cara más grande y temible que nunca: “el número de personas que, aun destinando todo su ingreso a la compra de alimentos, no puede adquirir los productos de la canasta alimentaria aumentó de 17.3 a 21.9 millones de personas durante este periodo”. Más de 20 millones de mexicanos con hambre, ¡qué gran logro de la 4T y del presidente López Obrador! Si la situación no ha empeorado al nivel de estallidos violentos, es por el alto volumen de remesas que los migrantes han mandado a sus familias, algo en lo que no tiene ningún mérito el gobierno de México, que tanto lo presume, sino que es fruto del sacrificio que implica el alejamiento durante años de los seres queridos y del trabajo muy duro de los millones de paisanos que laboran en Estados Unidos y otros países donde encuentran ingresos que nuestro país no les da.
Todos esos datos, que más allá de números contienen las historias y las tragedias de millones de seres humanos marginados y empobrecidos hasta la miseria absoluta, demuestran una vez más que la ruta elegida por el actual presidente de México junto con los políticos agrupados en Morena, no desemboca en desarrollo económico, bienestar más elevado y paz social, sino que ya está acarreando miles de víctimas adicionales a las producidas por el neoliberalismo y los regímenes corruptos que López Obrador denunció exitosamente e incluso decretó verbalmente como extintos.
Aunque los niegue el presidente, estos datos exhiben que ha crecido la pobreza, el hambre y todas las consecuencias delincuenciales asociadas a ese fenómeno; que su Gobierno carece de un plan concreto para resolver las carencias de todos los mexicanos, en primer lugar de los más pobres a los que se engatusó con promesas fáciles de bienestar instantáneo y a los que se ha tratado de mediatizar y desorganizar para convertirlos en receptores pasivos de algunas cantidades pequeñas de dinero, que son absolutamente insuficientes para sacar a un pueblo de la pobreza y que por añadidura no se dedican a los más pobres sino a una población elegida como objetivo electoral. No basta salir con la afirmación cada vez más ridícula de “tengo otros datos”; la dura realidad que el presidente quiere echar tercamente por la puerta, se asoma y se mete por las ventanas de los hogares mexicanos y no deja que la distraigan ni consultas estultas ni maromas verbales diseñadas para vestirse como héroes ante el mundo mientras tienen un tiradero en el país, maniobras como “denunciar” a los grandes traficantes de armas o colocarse como paladines de la izquierda mundial, son maromas inventadas hace mucho por el PRI y copiadas ahora simiescamente con el mismo objetivo: distraer y cosechar aplausos fáciles.
No creo que haya ninguna rectificación por parte del presidente y sus tradicionales políticos, ahora presentados como de avanzada y defensores de los pobres. A los que aún crean en un viraje milagroso que nos traiga bienestar y paz, podemos decirles que abandonen toda esperanza de que esto ocurra en el actual gobierno. Hoy como siempre, los grandes virajes históricos los hará un pueblo organizado y decidido a tomar en sus manos las riendas de su país. No habrá mejor México sin un proyecto de país que procure distribuir mejor la riqueza, no con base en actos “bondadosos” para eludir responsabilidades penales o de otro tipo, sino como una política de Estado y con amplio apoyo popular, que procure la inversión privada y pública, otorgue salarios más altos y cobre impuestos proporcionales a los ingresos de cada quien para invertirlos en bienestar. Eso no lo hará López Obrador, que seguirá apostando a vender ilusiones, comprar votos e intimidar a quien se le oponga. Los mexicanos trabajadores, tenaces y luchadores, unidos en una fuerza de millones, serán los que al final triunfen y superen esta turbia época mal llamada “cuarta transformación”.