Por Brasil Acosta
Viene la elección del próximo 2023 y, nuevamente, escucharás mensajes de toda índole ofreciéndote el sol, la luna y las estrellas. Pasa con mucha frecuencia que mientras no hay campañas se olvidan de la gente y una vez que hay campañas, entonces, aparecen los “líderes” de toda índole a pedir el voto por la gente. Lo más grave es que vivimos, como dijo el ingeniero Aquiles Córdova Morán, en una “democracia de mercado”, es decir, en la que el voto se convierte en una mercancía y se destina a donde le pagan más.
En cierta ocasión logré ver a un individuo que venía con una gorra del PAN, una camisa de Morena y una mochila del Verde Ecologista. De inmediato pensé: ¿a qué partido le irá este individuo? Difícil de definir sólo de ver al amigo. Relato esta anécdota simplemente porque hoy en día las campañas no se basan en el análisis de los programas políticos de cada partido ni en la oferta que señala con lo que se compromete el candidato a hacer una vez que llegue a gobernar. Se ha perdido, en el fondo, la capacidad de la gente de elegir sobre la base de las propuestas, de la ideología, se estudia a la gente, se le dice lo que quiere oír, se habla en su nombre, consiguen su voto y luego se gobierna en su contra.
Hay equipos de especialistas en mercadotecnia política que se encargan de ver en los candidatos mercancías humanas a posicionar para que el elector “compre” al candidato y le dé su voto. Los manuales de aquellos que siguen esas estrategias se usa de todo: desde sacarle fotos “favorables” a los candidatos, hacerlos ver como responsables padres de familia, hacerlos ver ordinarios comiendo tacos de birria en el puesto de la esquina, cosa que normalmente no hacen; presentarlos como buenos cuando son malos, etc.
También se utiliza la campaña negra o sucia para destruir la imagen de los candidatos contrarios sacándole “sus trapitos al sol” y, de esa manera, que pierdan autoridad en los votantes. Para ello se usan mentiras y verdades, el problema es que las mentiras se usan como verdades y las verdades se desvirtúan como si fueran mentiras, de tal suerte que el votante ya no sabe si lo que le dicen resulta cierto o falso y generan esas campañas, más bien, desinformación y obnubilan al votante de tal suerte que puede que su voto resulte manipulado y desinformado. Peor aún, aún cuando se demuestra que lo que se dice es cierto, el votante hace a un lado la verdad y vota aún así, por lo que hay una pérdida de valores y el voto resulta del dinero, la lealtad del interés por no perder el privilegio, aún sabiendo que se vota por lo peor de lo peor.
Pero igualmente grave es la compra de conciencias mediante el dinero en efectivo que le dan a la gente. Resulta grave, pues la gente no decide votar en función del programa del candidato, sino que se establece un contrato con las siguientes características: el partido que solicita el voto le ofrece dinero a la gente, de tal suerte que, si la gente vota por el partido y lo demuestra, por ejemplo, metiendo su celular a la casilla para fotografiar su voto y mostrar que sí votó por dicho partido entonces le dan, a cambio, el dinero que se estableció en el contrato previamente. Ahora bien, una vez que gana dicho partido y dicho candidato, el que así votó, es decir, el que votó a cambio de dinero, no tiene nada que reclamarle al nuevo gobernante si no hay servicios, si no hay seguridad, si no se resuelven los problemas fundamentales de su colonia, etc., puesto que el pacto de compra y venta concluye una vez que a cambio del voto recibe el dinero. Ahora bien, de dónde sale ese dinero. Con este gobierno se ha institucionalizado, me dijo un diputado, el uso de dinero en efectivo, lo cual impide saber si el dinero que se le da a la gente es dinero “bueno”, es decir, salido del gobierno o dinero “malo”.
Otro fenómeno que acontece es el de mentir a la hora de ofrecer, es decir, con tal de que la gente vote por tal o cual candidato, le ofrecen de todo, incluso cosas que no tienen solución ni remedio. El chiste más famoso al respecto es el que señala que un candidato efusivo ofreció en un pueblo a sus votantes el puente para el rio de la comunidad; sin embargo, el asesor se apresuró a decirle, “oiga jefe, pero en esta comunidad no hay rio”, a lo cual el candidato dijo de inmediato, para corregirse, “también les ofrezco un rio…” Así, con tal de ganar, se ofrece todo, hasta lo imposible y con ello, nuevamente, se engaña al pueblo, no se le educa y ser le manipula.
El problema de fondo es que el poder lo utilizan para enriquecerse o para disfrutarlo como si fuera propio, es decir, se aplica la visión patrimonialista del poder. Los partidos, entonces, son máquinas ganadoras de elecciones que aplican maquiavélicamente: “el fin justifica los medios”. Por eso, cuando la gente va a solicitar le apoyen, le atiendan, le resuelvan sus demandas, etc., la respuesta es un contundente no. Antes de la elección todo era bondad, disposición, sonrisas, una vez que ganan los candidatos y se sientan en la silla se olvidan de la gente y de sus necesidades e incumplen sus compromisos; es más, se vuelven groseros, prepotentes, frívolos, incumplidos y sacan a relucir sus peores tratos con la gente, de tal suerte que se desconoce al que fuera candidato en su faceta de gobernante.
Los planes de gobierno obedecen a los intereses del grupo que representa y no hay manera de que los ciudadanos que, con base en sus derechos constitucionales, exijan soluciones a sus demandas, pues si no están incluidas en el plan o interés del gobierno (léase, del grupo gobernante), simplemente no serán resueltas. En los tiempos que corren los gobernantes se han vuelto más indolentes, menos receptivos, no escuchan las necesidades de la gente y menos les resuelven sus problemas. Peor aún si la política consiste en un “quid pro quo”, donde a la gente le dicen ya no te voy a resolver las demandas como antes, simplemente voy a concentrar todo el dinero público en unas cuantas mega obras (que ya vemos que son inútiles) y te voy a dar dinero en efectivo para que con ello resuelvas todo. Por tanto, si te falta agua potable, eso lo resuelves con tu tarjeta; si te faltan lámparas para el alumbrado público; si te falta poner techo de losa en tu casa, de la tarjeta lo sacas, etc. ¿Cuál es el resultado? La peor inflación en la historia, el peor estado de violencia, la grave situación en el metro por falta de inversión derivado de la mal llamada austeridad, deterioro de las carreteras, falta de obras públicas, etc., pero eso sí, si hay elecciones, tienes que votar por quien te da el apoyo en la tarjeta y los recursos públicos, sin importar que por ello estés firmando un certificado en tu propia contra. En resolución, el llamado de esta colaboración es a que el pueblo abra los ojos, tome conciencia, se organice, luche y no se venda.