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¡Feliz día del niño!  ¿Para todos?

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Por David Sánchez Reyes.

            Como todos los años, desde que el presidente Álvaro Obregón, instituyó el 30 de abril como día especial para celebrar a la niñez mexicana, este año, a lo largo y ancho del país, se realizaron infinidad de festivales escolares, religiosos, convivencias familiares, en donde se festejó a los niños y niñas para celebrar su etapa infantil. Los niños fueron agasajados con regalos, juguetes, pasteles, piñatas, alimentos y bebidas preparadas, las plazas de los centros comerciales se vieron abarrotadas de pequeños acompañados de sus padres para hacer grandes colas y comprarles una “cajita feliz”, entre una gran variedad de cosas.

            Los trucos de la mercadotecnia se hicieron presentes, con varios días de anticipación a esta fecha, para ofrecer una gran variedad de mercancías pensadas con toda intención de atraer la atención de los niños (y la de sus padres), para seguir creando, en la conciencia de los grandes y chicos, la necesidad bien arraigada de tener que comprar algunos de esos “regalos” para podérselos obsequiar a los “reyes del hogar”.

            En las escuelas, principalmente del nivel básico (preescolar y primaria) muchos padres de familia se vieron apurados para poder pagar la “cooperación voluntaria” que los profesores y alumnos, democráticamente, acordaron solicitarle a cada uno de los progenitores.

            Sin embargo, esta felicidad y alegría, no todos los niños de nuestro país y de muchas partes del mundo, la pudieron experimentar en estas fechas, debido a una gran variedad de circunstancias pero que todas ellas tienen como común denominador la pobreza en que viven.

            Datos que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) detalló, en el marco de la celebración del Día del niño, revelan que en México, el 51 por ciento de la población de menores de 18 años se encuentran en situación de pobreza, es decir, un poco más de la mitad de todos los niños y adolescentes de nuestra nación son pobres, que en números representan casi 39 millones de niños, niñas y adolescentes, de los cuales el 9 por ciento viven en una condición de pobreza extrema, esto es, en términos absolutos, la cantidad de 3.6 millones de niños.  Este estudio arrojó que en el país un 23.3 por ciento de los menores presentaron carencias y dificultades para tener acceso a la alimentación, esto significa que casi 5 millones de niños no tienen acceso a una alimentación mínima e indispensable para nutrir a su organismo de manera adecuada. Lo cual ocurre no solo en el Día del niño sino todos los días del año; y de todos estos menores los más afectados son los niños que no llegan a la edad de 5 años. Guardando las proporciones, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que estos niños se están muriendo de hambre poco a poco y que si logran sobrevivir, será con muchos problemas de salud, pues serán niños desnutridos y enfermizos, sin tener la posibilidad de tener una atención adecuada.

            Lo anterior se corrobora porque el citado estudio señala también que el 61 por ciento de la población menor de 18 años, no tiene acceso a la seguridad social ni  pública y mucho menos privada, es decir, más de 24 millones de menores de edad no cuentan con esta protección o servicio social.     Y eso sin mencionar otros aspectos, como la carencia de vivienda de calidad, de acceso a la educación, calzado, vestido, etc.

            Datos del 2016, señalan que el número de menores de edad en situación de pobreza, lejos de disminuir, aumentó de 21 a 39 millones de niños, esto es que en tan solo 3 años, la cantidad de menores en situación de pobreza aumentó en ¡18 millones!, seis millones por año.

            Esta situación se debe a la terrible agudización de la desigualdad social y económica que experimenta nuestro país, a la irracional y acelerada profundización del abismo entre los multimillonarios, que ha consolidado el modelo económico neoliberal, y las grandes masas de empobrecidos que, día a día, engrosan las filas de los desheredados de nuestra nación.

            Muchísimos niños en nuestra patria en lugar de vivir una infancia feliz y sin mayores preocupaciones, más que ocuparse de sus obligaciones escolares y domésticas, en lugar de acudir a la escuela y jugar alegremente en sus ratos libres, tienen que trabajar y ocuparse en una gran diversidad de actividades que le permita ganarse un dinerito para contribuir con el gasto familiar.

            Así tenemos que el 91% de los niños y adolescentes indígenas de este país viven en una situación de pobreza, emigran muchos de ellos junto con sus padres a las grandes ciudades para trabajar de “cerillos” en los grandes centros comerciales (donde trabajan sin recibir ningún salario, sino que solo se benefician con las propinas que les regalan los clientes, al igual que las personas de la tercera edad), para convertirse en vendedores de dulces en los cruceros, parques, cantinas, etc., dedicarse a limpiar parabrisas de los automovilistas y a una gran diversidad de actividades.

            Pero ante esta terrible situación, algunos sicofantes del actual presidente de la república han dicho que “ya no debemos preocuparnos ni sentir remordimiento de conciencia” pues el promotor de la “cuarta transformación” declaró en Palacio Nacional, en un desayuno que ofreció a menores de diversos estados del país, que su gobierno está trabajando para que ningún menor de México se quede sin alimentación, sin ropa, sin calzado y sin ir a la escuela, y si ya acude a ella que nunca la abandone por necesidad. ¡Pues eso aún lo tenemos que ver, dijo un ciego!

            Por problemas como éste y muchos otros, asociados a la pobreza en este país, es que el Movimiento Antorchista Nacional existe y seguirá existiendo, pese a quien le pese. Seguirá llamando al pueblo trabajador de este país, a que se sume a la lucha por la sustitución del modelo económico imperante e ir conformando una nueva sociedad.

            Dicho sistema económico, que es la más profunda causa de los problemas de nuestra patria, tiene que ser modificado gradualmente pero de raíz, debe ser sustituido por uno más justo, más humano y más racional, para que no se aniquile a “la gallina de los huevos de oro”.

            Pero esa sustitución no la va a realizar ningún mesías, ningún iluminado, que promete una cosa en un día y hace otra al siguiente día, tal y como ya les empieza a quedar claro a muchas personas que se dejaron llevar por el tsunami morenista.

            No cuento con ninguna bola de cristal para predecir el futuro, pero puedo asegurar sin temor a equivocarme que, desgraciadamente en los años por venir, la situación de muchos de nuestros niños no va a mejorar, por el contrario, se va a volver mucho más difícil de lo que ya es.

            Ojala que muchos mexicanos pronto despierten de ese sueño hipnótico y decidan  sumarse a las filas del Movimiento Antorchista Nacional, que es una de las pocas agrupaciones que se han atrevido a defender su derecho a expresar lo que piensa y conoce acerca de la realidad, y que no dejará de luchar ni un solo día por cambiar el estado de cosas actual. Y si no al tiempo.

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