Noticias Recientes
Inicio / Local / Hablemos de transformaciones; La Independencia (primera de cuatro entregas)

Hablemos de transformaciones; La Independencia (primera de cuatro entregas)

Compartir

Por Dimas Romero

Estamos ante la cuarta transformación en la vida de nuestro país, dicen. Pero, ¿en qué consistieron las tres transformaciones anteriores, con las que se equipara el proyecto de nación que encabeza el presidente electo? Echemos un vistazo a nuestra historia.

El México colonial sufrió una sacudida cuando José Bonaparte usurpó el trono de España en 1808. La formación de juntas auxiliares –antecedente de las Cortes y la Constitución de Cádiz- para hacer frente a la invasión napoleónica, y la guerra de independencia española, crearon un vacío de autoridad, vacío que los criollos acomodados aprovecharon para disputar el control de la colonia a los peninsulares, y con ello detener la masiva salida de recursos del continente, por un lado, y reclamar la parte de poder que consideraban suyo, por otro.

La clase media representada por Miguel Hidalgo, Ignacio allende y Juan Aldama, encabezó en Querétaro la última de tres conspiraciones, que al ser descubierta prematuramente, obligó a que se adelantara la rebelión y que buscaran apoyo en la masa esclavizada a la que no tenían contemplada en un inicio. Desatada la lucha armada, el tamaño del ejército allanó con facilidad el camino hacia la Capital. Sin embargo, el temor del saqueo y la violencia desmedidos de la masa, orillaron a Hidalgo a desistir de la toma de la ciudad de México.

A pesar de ello, Hidalgo, que al convertirse en vocero de los anhelos del pueblo, se distanciaba de los demás caudillos que no aprobaban el sesgo popular de la revuelta, propuso abrogar los tributos que pesaban sobre él, suprimir la distinción de castas, declarar abolida la esclavitud y dictó la restitución de las tierras a las comunidades indígenas. Junto con Ignacio Allende, fue hecho prisionero en 1811, asesinado y expuesto su cadáver en la Alhóndiga de Granaditas. Pero la insurgencia continuó con José María Morelos, quien retomó el carácter popular de la rebelión y plasmó el resultado de su contacto con el pueblo insurrecto en un documento llamado Sentimientos de la Nación. A principios de 1813 la mayoría del territorio nacional estaba ya bajo dominio insurgente, el movimiento había llegado a su máximo esplendor y al principio de su fin.

El congreso de representantes de las regiones liberadas, dominado por la clase media, declaró formalmente la independencia en 1813, estableció la república, proclamó en Apatzingán la primera constitución mexicana y nombró a Morelos representante del poder ejecutivo, pero al mismo tiempo estableció que el puesto del ejecutivo era incompatible con el mando militar. Esta decisión asestó un golpe mortal a la insurgencia. Los realistas empezaron a ganar batallas mientras el congreso mantenía al caudillo en la inacción, impidiéndole juntar el mando político con el militar. El 5 de noviembre de 1815 cayó preso y fue fusilado en San Cristóbal de Ecatepec. Los caudillos posteriores se hacían dueños celosos de un territorio, en pleito con los demás. Los realistas fueron ganando terreno. En poco tiempo, todo se redujo a Guadalupe Victoria en Veracruz y Vicente Guerrero en las montañas del sur. Francisco Xavier Mina, liberal español, hizo un último intento por sostener la insurgencia sin éxito y muere fusilado en 1817. Su generosa expedición es la última acción importante en la insurrección popular. Mientras tanto, en España, Fernando VII disolvió la Constitución de Cádiz y las Cortes en cuanto regresó al trono e inició la represión contra los liberales.

La oligarquía criolla estaba cada vez más convencida de la necesidad de la independencia y encontró en Agustín de Iturbide a su redentor. Éste proclamó la independencia en Iguala, declaró como religión de estado a la Católica y a la Monarquía como régimen del nuevo imperio. En lugar de atacar a Guerrero, tomó acuerdos con él y los últimos caudillos se le unieron. En poco tiempo, sin derramar sangre, el ejército conquistó las principales ciudades y se aceptó la independencia, pero quedaron a salvo los derechos de la casa reinante de España. Iturbide, al frente del ejército de las tres garantías (religión, unión e independencia) entró en la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821 y con la guerra de independencia terminaron 300 años de dominación.

¿Qué fue entonces la Guerra de Independencia de México? Fue una gesta promovida por los criollos que, respondiendo a sus intereses económicos, esgrimieron su derecho a tomar parte en el poder, oponiéndose a la Corona y a los españoles peninsulares, quienes recibían beneficios por dicha sujeción.

Fue una lucha de los sectores acomodados que, insuficientes en número, tuvieron que recurrir al apoyo de la clase trabajadora esclavizada, en una conjunción de intereses que permitiera a los criollos escalar en la sociedad por un lado y al pueblo obtener la libertad, por otro. En esta comunión descollan ejemplos dignos de honores como el de Miguel Hidalgo y José María Morelos y Pavón.

Estremece imaginar la contradicción que debió consumir las horas más largas del cura Hidalgo, criollo iluminado con las luces de la Ilustración, quien al sentir el influjo del pueblo esclavizado y reducido al denigrante papel de bestia de carga, fue capaz de rebelarse contra los intereses de su propia clase y llevar la insurrección a una verdadera revolución social. O las horas tormentosas de Morelos, que con menos luces, pero con una sensibilidad superior y conocedor de la idiosincrasia del pueblo, le dio el carácter verdaderamente popular al movimiento, grabando con tinta indeleble sus anhelos de libertad.

A pesar de sus virtudes, estos héroes no pudieron escapar a las condiciones sociales y económicas que les dictó la época en que vivieron. Hidalgo imaginó la furia desatada de un pueblo sumido en la bestialidad, y cómo ésta desembocaría en los horrores que provoca hacerse justicia por mano propia, imagen ante la cual, su humanismo religioso desistió de llevar la lucha hasta las últimas consecuencias; Morelos, en la cúspide de la insurgencia, presintió las limitaciones de las clases populares y permitió a los intelectuales colocarse al frente, dejó el poder en las manos de la clase media en los hechos, dando con ello un giro radical que desembocó en la mutilación de los objetivos trazados por los caudillos. El ascenso de Iturbide, que suplantó a los insurgentes para encabezar la independencia de la Corona pero confraternizando a las clases dominantes y otorgando libertades a medias al pueblo, para mantener el poder en manos de la oligarquía criolla, fue inevitable.

Por tanto, aunque los caudillos de esta gesta se agiganten ante nuestros ojos, es necesario decir que la independencia fue de España, sí, pero no de clase. En los hechos, este intento le quedó debiendo al pueblo explotado que, aunque obtuvo libertades, no fueron profundas. Las verdaderas revoluciones sociales no las hacen los individuos, por más grandes que estos sean, las hacen las masas populares, y si éstas no están listas o si su sector más avanzado no entiende su tarea histórica, no llegarán hasta sus últimas consecuencias y el resultado sólo actuará en detrimento de ellas mismas.

La historia oficial resalta los nombres de Hidalgo y Morelos, como los héroes que nos dieron patria, pero oculta que la Independencia no se realizó con los ideales y metas que ellos encabezaban, por el atraso de las masas populares y porque los caudillos de la clase media no estuvieron a la altura de su tarea histórica, por ello, no fueron los padres de la patria los que consumaron esta transformación, fue la clase media que, temerosa de perderlo todo a manos del pueblo –única clase verdaderamente revolucionaria– se unió a la parte liberal de la oligarquía española, para negociar la entrega del poder en beneficio de sus intereses mutuos. No hubo pues, tal transformación, por lo menos no la que se nos ha hecho creer. Se aflojaron las cadenas de las clases pobres sólo para que las clases altas se mantuvieran en el poder. Esta fue la primera transformación sin transformación, sino con reformas.

También puedes ver

Carta a mis compañeros de Cancún

Por Daniel Osorio García   Estimados compañeros antorchistas de la ciudad de Cancún, a través …