Por Daniel Osorio García
Estamos a unos días de concluir el 2023, un año que, si bien es cierto, no tuvo las calamidades de los tres años anteriores donde la pandemia generada por la Covid-19 causó grandes estragos, nos deja claro que las cosas en México no están nada bien, que los problemas torales que nos agobian no solo siguen, sino que se han agudizado a tal grado que, la mayoría de los mexicanos, estamos desconcertados por la forma en que los que hoy gobiernan están conduciendo a nuestra nación.
Me gustaría decir que a los mexicanos nos va bien o que estamos mejor que antes, pero eso sólo sería como se dice coloquialmente “tapar el sol con un dedo” y, sólo ser un demagogo barato de los que hoy administran los destinos de nuestro país; tampoco quiero que se piense que soy una especie de “conservador” que añora a los que gobernaron antes de la autodenominada “Cuarta Transformación”.
No, no soy ni lo primero ni lo segundo. Trato de ser un mexicano visionario que, aprovechando la oportunidad que me da la organización en donde he militado toda mi vida, miro las cosas con una visión crítica, no tan solo para ser un “tábano” molestoso o como un político de café que hace y deshace en la mesa, sino para tener la claridad necesaria sobre nuestra realidad y para seguir luchando en beneficio de los millones de mexicanos que nos merecemos una vida mejor.
Pues bien, a pocos días de que concluya este año y, a escasos meses de finalizar la administración de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no podemos hacer alarde de sus “grandes transformaciones”, tampoco echar las campanas al vuelo porque México sigue esperando que se le haga justicia, que se le saque del rezago en el que se ha estancado desde hace ya muchísimos años.
Este 2023 marca la postrimería del sexenio de López Obrador y su 4T. AMLO nos deja un país con graves problemas económicos, políticos y sociales. Aunque se diga por organismos “autónomos” como el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) que el porcentaje de la población con ingreso laboral inferior al valor monetario de la canasta alimentaria (pobreza laboral) a nivel nacional mostró una disminución anual de 1.1 puntos porcentuales, entre el primer trimestre de 2022 y el primer trimestre de 2023, al pasar de 38.8 por ciento al 37.7 por ciento respectivamente, lo cierto es que en la realidad, hay mucha gente que sigue teniendo graves problemas para sufragar sus necesidades elementales, lo cual quiere decir que hay cifras maquilladas que no reflejan la realidad en la que vivimos.
La riqueza en nuestro país sigue estando muy mal distribuida porque tan solo el uno por ciento de la población (1 millón 290 mil personas) posee el 41.2 por ciento, mientras que la inmensa mayoría, es decir, 128 millones de mexicanos viven en diferentes niveles de pobreza, esto, según Miguel del Castillo Negrete Rovira, jefe de la Unidad de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sede subregional en México.
La pobreza se sigue agudizando conforme pasa el tiempo. En México, la “caja de Pandora” que “en su interior contenía todos los males y las desgracias que la humanidad puede padecer y sufrir, como la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la tristeza, el crimen y la vejez” ya se abrió y con ello, sufrimos todos, sobre todo los más vulnerables.
Tenemos un México ensangrentado en donde nuestras fuerzas armadas se dedican más a ser “empresarios de la construcción” que vigilantes de nuestra seguridad nacional. Los mexicanos nos sentimos con miedo e inseguros todos los días. El crimen organizado fácilmente copta a jóvenes y a familias humildes como sus “trabajadores” porque no hay empleos honestos en cantidad y calidad que brinden una estabilidad económica a las familias.
El sistema de salud está peor que antes y eso todos lo sabemos; la educación retrocedió con respecto a años anteriores, la prueba PISA 2022 recién publicada nos da un paramento; las obras que mejoran las condiciones de vida de los pueblos como: drenaje, pavimento, construcción de vivienda, hospitales, escuelas, unidades deportivas, etcétera, pasaron a segundo plano.
Aquel “luchador social” oriundo de Macuspana que en los años ochenta y noventa era el rey de las manifestaciones radicales en su natal Tabasco y que, en el año 2000 consiguiera ser el Jefe de Gobierno de la capital del país, que le sirvió para catapultarse a partir del 2006 como el candidato permanente de la “izquierda” a la presidencia de la República hasta ganar de manera arrasadora en la elección presidencial de 2018, ya no es más que (como le veremos más adelante) un servidor más del sistema capitalista.